Colombia, la materialización de la paradoja del poder

Mini-Gelatinas

Ante tantos problemas que tiene el país, al Gobierno le da por prohibir el consumo de unas mini gelatinas por considerarlas peligrosas para los niños

Autor: Javier Garay
Artículo publicado originalmente en PanAm Post

 

La semana pasada, Bogotá, la capital colombiana, fue objeto de varios atentados terroristas. El principal sospechoso es el grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional (ELN). Entre los detenidos por ambos atentados, dos trabajaban como contratistas de la actual administración del alcalde Gustavo Petro.

Es decir, en la administración local de la capital colombiana hay indicios sobre infiltración por parte de la guerrilla, así como en el pasado se comprobó la connivencia entre los denominadosgrupos paramilitares y algunos congresistas colombianos.

¡El Gobierno, en diferentes niveles, tomado por los grupos violentos al margen de la ley!

Como si fuera poco, recientemente, estalló un escándalo, aún no resuelto, sobre la corrupción en las altas cortes. Algunos magistrados de la Corte Constitucional, en particular, se involucraron en una cadena de denuncias sobre supuesta compra y venta de sentencias relacionadas con tutelas que involucraban grandes sumas de dinero para beneficiar a ciertos empresarios u hombres poderosos.

¡La justicia, hasta el más alto nivel, corrompida y al servicio de unos pocos, a costa de los demás!

Por su parte, desde que finalizó unilateralmente, igual que como lo decretó, el alto al fuego el grupo guerrillero Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el país ha sido objeto de los peores atentados en contra de la infraestructura física, de la riqueza natural y delbienestar de los ciudadanos. Ante esto, las autoridades han sido incapaces de prever los atentados y, mucho más, de solucionar, a la mayor brevedad, los devastadores efectos.

¡Las fuerzas de seguridad, incapaces de proveer seguridad y los ciudadanos, inermes, teniendo que soportar los desmanes de los violentos!

Además, la situación económica ha comenzado a empeorar. La dependencia a la explotación de petróleo, impulsada por decisiones tomadas por los sucesivos Gobiernos; la persecución tributaria a las empresas, nuevas o viejas, grandes o pequeñas; las pocas reformas para la facilitar la creación de riqueza, son todos factores que explican el proceso.

¡La economía estrangulada por la acción e intervención estatal!

En este panorama es que el Gobierno colombiano decide actuar de manera decisiva para enfrentar — pensarán los representantes de este eficiente, respetable y transparente aparato estatal — la peor amenaza a la tranquilidad, seguridad, bienestar y disfrute de los ciudadanos: el consumo de mini-gelatinas.

¡Así es! En Colombia se vende una golosina que se compone de una pequeña gelatina que las personas consumen oprimiendo la parte baja del empaque y el producto entra a la boca. Debido a que los expertos, los sabios expertos colombianos, que engrosan la fila de parasitarios burócratas en busca de excusas para justificar el sueldo que se ganan, para impedir que los ciudadanos vivan tranquilos, determinaron que este producto puede – y es importante el “puede”- causar asfixia a los niños más pequeño. Ahora decidieron prohibirlo.

Los padres no son los que deben decidir qué productos les proveen a sus hijos o cómo los educan. Es el Gobierno, el encargado de asumir esa función en su lugar. En consecuencia, no solo los niños más pequeños deben, por obligación, dejar de consumir esos productos, sino por esa vía todos los ciudadanos colombianos, así sean adultos. Claro está, los funcionarios solo quieren lo mejor para nosotros: al fin y al cabo los adultos colombianos también somos incapaces de tomar nuestras decisiones.

minigelatinas

Ese Estado tomado por el hampa, corrupto, que no provee justicia, que es incapaz de garantizar seguridad, que ahuyenta la creación de riqueza, es el mismo que sabe mejor que cualquiera de nosotros lo que debemos consumir y por qué.

Por ello, ese Estado tomado por el hampa, corrupto, que no provee justicia sino para quiénes pueden pagarla a través de sobornos, cuyas fuerzas de seguridad son incapaces de enfrentar a los violentos y de garantizar seguridad, que solo ahuyenta las posibilidades de creación de riqueza, es el mismo Estado que sabe mejor que cualquiera de nosotros lo que debemos consumir y por qué. En consecuencia, es un Estado que nos prohíbe tomar nuestras propias decisiones y las toma por nosotros.

¿Podría haber una mejor representación de la paradoja del poder, en general, y de los estados contemporáneos, en particular, que el panorama que presenta Colombia? En lugar de cumplir con sus funciones, los aparatos gubernamentales se han dedicado a impedir que los ciudadanos hagan de su vida lo que cada quién decida, a obstaculizar la búsqueda de nuestros propios sueños e intereses y, por esa vía, acumulando cada vez más atribuciones y poder, se han corrompido hasta un punto tal, que solo le sirven a los intereses de quienes detentan el poder y de los delincuentes.

Tal vez si la cosa se sigue degradando en Colombia, el próximo año, el papa Francisco decida también pasar por este país. Al fin y al cabo, como demuestra su gira actual, a este Papa le gusta el exceso de poder, la eliminación de la autonomía y el autoritarismo, siempre y cuando todo esto se justifique a partir del odio en contra del capitalismo. Es decir, de la libertad.

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